Desde que éramos pequeños creo que todo el mundo sabe de qué trata Alicia en el País de las Maravillas: una traviesa niña que se ve inmersa en un mundo de fantasía y magia en el que le pasan todo tipo de aventuras y cosas raras. Pero he de decir que la noción que tenía yo de Alicia no era ni la mitad de enrevesada de lo que en realidad es, con orugas fumadoras, bebes cerditos, Duquesas y Reinas. Obviamente el concepto lo tenía cogido pero la verdad que al leerlo ahora de más mayor te das cuenta de todos esos detalles geniales que no habías captado bien o que de los que no te habías enterado.
En realidad el País de las Maravillas es un mundo en el que pasa todo tipo de aventuras que en la "vida real" no pueden pasar o que no son aceptadas socialmente. Pero, ¿quién es el que dictamina si las cosas son correctas o no lo son? Esta es la pregunta principal que yo he sacado del relato, el hecho de pensar que las vivencias tienen un orden y una manera de ser o simplemente un "son así porque si" categórico. Esto es lo que le ocurre a Alicia a lo largo de todo el cuento, que paulatinamente se va dando cuenta de que las cosas no tienen una sola manera de ser, un solo punto de vista y de que siempre podemos darle otro enfoque u otra opinión. De hecho, al principio del relato Alicia se lo cuestiona a sí misma y se da por vencida frente al mundo de dictámenes en el que vive, concretamente en este fragmento:
Alicia se daba por lo general muy buenos consejos a sí misma (aunque rara vez los seguía), y algunas veces se reñía con tanta dureza que se le saltaban las lágrimas. Se acordaba incluso de haber intentado una vez tirarse de las orejas por haberse hecho trampas en un partido de criquet que jugaba consigo misma, pues a esta curiosa criatura le gustaba mucho comportarse como si fuera dos personas a la vez. «¡Pero de nada me serviría ahora comportarme como si fuera dos personas!», pensó la pobre Alicia. «¡Cuando ya se me hace bastante difícil ser una sola persona como Dios manda!»
Ese "como Dios manda" ha estado acompañando a Alicia durante toda su vida y le ha hecho vivir de una manera que no es ella ya que su cabeza estaba llena de fantasía e ilusión. Todo esto se rompe cuando por una extraña madriguera, siguiendo a un conejo con reloj y chaqué, entra en ese mundo que tanto había soñado en el que todos están locos y en el que todo vale. De hecho, en el cuento hay un momento en el que Alicia se encuentra con un Dodo y demás pájaros y al finalizar una carrera todos son declarados campeones, como si no hubiese un perdedor, no hay una idea incorrecta ni una menos valida que la otra.
Sin embargo, cuando llevaban corriendo más o menos media hora, y volvían a estar ya secos, el Dodo gritó súbitamente:
--¡La carrera ha terminado!
Y todos se agruparon jadeantes a su alrededor, preguntando:
--¿Pero quién ha ganado?
El Dodo no podía contestar a esta pregunta sin entregarse antes a largas cavilaciones, y estuvo largo rato reflexionando con un dedo apoyado en la frente (la postura en que aparecen casi siempre retratados los pensadores), mientras los demás esperaban en silencio. Por fin el Dodo dijo:
--Todos hemos ganado, y todos tenemos que recibir un premio.
Esta idea de que ninguna opción ni ninguna opinión debe ser despreciada solo se puede dar en ese mundo, en el País de las Maravillas donde los sombrereros toman té pensando que es vino y la gente puede cambiar de tamaño. Como cabe suponer todo esto es posible porque no hay críticas, nadie se entromete en los asuntos de otros, si no que todos admiten estar locos y no lo ven como un impedimento.
--En esta dirección --dijo el Gato, haciendo un gesto con la pata derecha-- vive un Sombrerero. Y en esta dirección --e hizo un gesto con la otra pata-- vive una Liebre de Marzo. Visita al que quieras: los dos están locos.
--Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca --protestó Alicia.
--Oh, eso no lo puedes evitar --repuso el Gato--. Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca.
--¿Cómo sabes que yo estoy loca? --preguntó Alicia.
--Tienes que estarlo afirmó el Gato--, o no habrías venido aquí.
Pero sin duda, donde mejor se ve esto reflejado es en una frase de la Duquesa, para mi una de las que más sentido dan a la historia y una de las que da más que pensar. La dice mientras habla con Alicia y es:
--Si cada uno se ocupara de sus propios asuntos --dijo la Duquesa en un gruñido--, el mundo giraría mucho mejor y con menos pérdida de tiempo.
Una crítica a la sociedad entrometida y regida por el "como Dios manda" que no convencía a Lewis Carroll ya en el siglos XIX y que para mi opinión seguiría sin convencerle hoy en día. Así que ya se sabe, menos reglas y más locuras, que así es como se construye el´País de las Maravillas.
Por mi parte, para contribuir un poquito a este intento de locura dejo aquí mis bocetos inspirados de en cuento.
Ese "como Dios manda" ha estado acompañando a Alicia durante toda su vida y le ha hecho vivir de una manera que no es ella ya que su cabeza estaba llena de fantasía e ilusión. Todo esto se rompe cuando por una extraña madriguera, siguiendo a un conejo con reloj y chaqué, entra en ese mundo que tanto había soñado en el que todos están locos y en el que todo vale. De hecho, en el cuento hay un momento en el que Alicia se encuentra con un Dodo y demás pájaros y al finalizar una carrera todos son declarados campeones, como si no hubiese un perdedor, no hay una idea incorrecta ni una menos valida que la otra.
Sin embargo, cuando llevaban corriendo más o menos media hora, y volvían a estar ya secos, el Dodo gritó súbitamente:
--¡La carrera ha terminado!
Y todos se agruparon jadeantes a su alrededor, preguntando:
--¿Pero quién ha ganado?
El Dodo no podía contestar a esta pregunta sin entregarse antes a largas cavilaciones, y estuvo largo rato reflexionando con un dedo apoyado en la frente (la postura en que aparecen casi siempre retratados los pensadores), mientras los demás esperaban en silencio. Por fin el Dodo dijo:
--Todos hemos ganado, y todos tenemos que recibir un premio.
Esta idea de que ninguna opción ni ninguna opinión debe ser despreciada solo se puede dar en ese mundo, en el País de las Maravillas donde los sombrereros toman té pensando que es vino y la gente puede cambiar de tamaño. Como cabe suponer todo esto es posible porque no hay críticas, nadie se entromete en los asuntos de otros, si no que todos admiten estar locos y no lo ven como un impedimento.
--En esta dirección --dijo el Gato, haciendo un gesto con la pata derecha-- vive un Sombrerero. Y en esta dirección --e hizo un gesto con la otra pata-- vive una Liebre de Marzo. Visita al que quieras: los dos están locos.
--Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca --protestó Alicia.
--Oh, eso no lo puedes evitar --repuso el Gato--. Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca.
--¿Cómo sabes que yo estoy loca? --preguntó Alicia.
--Tienes que estarlo afirmó el Gato--, o no habrías venido aquí.
Pero sin duda, donde mejor se ve esto reflejado es en una frase de la Duquesa, para mi una de las que más sentido dan a la historia y una de las que da más que pensar. La dice mientras habla con Alicia y es:
--Si cada uno se ocupara de sus propios asuntos --dijo la Duquesa en un gruñido--, el mundo giraría mucho mejor y con menos pérdida de tiempo.
Una crítica a la sociedad entrometida y regida por el "como Dios manda" que no convencía a Lewis Carroll ya en el siglos XIX y que para mi opinión seguiría sin convencerle hoy en día. Así que ya se sabe, menos reglas y más locuras, que así es como se construye el´País de las Maravillas.
Por mi parte, para contribuir un poquito a este intento de locura dejo aquí mis bocetos inspirados de en cuento.
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